jueves, 15 de marzo de 2012

El Yoga de los sueños, por Tenzin Wangyal Rimpoché.

Fragmento del libro publicado por Grijalbo en 1998. Si deseas más información puedes encontrarla en Ligmincha Institute.

Y para escuchar las Enseñanza de Dawa Gyaltsen, impartidas por Tenzin Wangyal Rimpoché.


Y el sitio de Bön Garuda en España, sobre Budismo Bon.

La Naturaleza del Sueño

1 Sueño y Realidad

Todos soñamos así lo recordemos o no. Soñamos desde la niñez y seguimos soñando hasta que morimos. Cada noche ingresamos en un mundo desconocido. Podría parecer que somos nosotros mismos o alguien completamente diferente. Conocemos personas que conocemos o que no conocemos, que están vivos o muertos. Volamos, nos encontramos con seres no humanos, tenemos experiencias maravillosas, reímos, lloramos, y nos aterrorizamos, exaltamos o nos transformamos. y aún así prestamos poca atención a estas experiencias extraordinarias. Muchos occidentales que se acercan a las enseñanzas lo hacen con ideas acerca del sueño basadas en teoría psicológica; como consecuencia, cuando se interesan más por usar los sueños en su vida espiritual, por lo general se enfocan en el contenido y en el significado de los sueños. Raramente se investiga la naturaleza misma de los sueños. Cuando así sucede, la investigación conduce a procesos misteriosos que subyacen a toda nuestra existencia, no sólo a nuestra vida en los sueños.

El primer paso en la práctica del sueño es muy sencilla: uno debe reconocer el gran potencial que poseen los sueños en la vía espiritual. Normalmente el sueño se piensa como "irreal", en oposición a la vida "real" despierta. Pero no hay nada más real que el sueño. Esta afirmación sólo tiene sentido una vez que se entiende que la vida normal despierta es tan irreal como el sueño, y exactamente de la misma manera. Luego puede ser entendido que el yoga del sueño aplica a toda experiencia, a los sueños del día de la misma manera como a los sueños de la noche.

2 Cómo Surge la Experiencia

IGNORANCIA


Toda nuestra experiencia, incluyendo los sueños, surge de la ignorancia. Esta es una afirmación más bien llamativa para hacerla en Occidente, así que entendamos primero lo que significa ignorancia (ma-rigpa*). La tradición Tibetana distingue dos clases de ignorancia: la ignorancia innata y la ignorancia cultural. La ignorancia innata es la base del samsara*, y la característica definitoria de los seres ordinarios. Es la ignorancia de nuestra verdadera naturaleza y la naturaleza del mundo, y resulta en confusión con las ilusiones de la mente dualista.
El dualismo se refiere a las polaridades y dicotomías. Divide la unidad sin fragmentar de la experiencia en esto y en aquello, en bueno y malo, en tú y yo.

Basado en estas divisiones conceptuales, desarrollamos preferencias que se manifiestan como asimiento y aversión, las respuestas habituales que constituyen la mayoría de los que identificamos como nosotros mismos. Queremos esto, no aquello; creemos en esto, no en aquello; respetamos esto y desdeñamos aquello. Deseamos placer, comodidad, dinero y fama, y tratamos de escapar del dolor, la pobreza, de la vergüenza y de la incomodidad. Queremos estas cosas para nosotros y para los que amamos, y no nos preocupamos por otros. Queremos una experiencia distinta de la que tenemos, o queremos sujetarnos a una experiencia y evitar los cambios inevitables que conducirán a su cesación.
Hay una segunda clase de ignorancia que es naturalmente condicionada.

Se trata de los deseos y aversiones que se han institucionalizado en una cultura y que se han codificado en sistemas de valor. Por ejemplo, en India, los Hindis creen que está mal comer vacas pero está bien comer cerdos. Los musulmanes creen que es apropiado comer ternero pero se les está prohibido comer cerdo. Los tibetanos comen ambos. ¿Quién tiene razón? El hindú piensa que los Hindis tienen la razón, los musulmanes piensan que los musulmanes están en lo cierto, y los tibetanos piensan que los tibetanos tienen la razón. La diferencia de creencias nace de los prejuicios y creencias que son parte de la cultura - no de sabiduría fundamental.

Otro ejemplo puede ser encontrado en conflictos internos de la filosofía. Hay muchos sistemas filosóficos que son definidos por sus desacuerdos con otros puntos delicados. Incluso a pesar de que los sistemas mismos son desarrollados con la intención de liderar seres hacia la sabiduría, producen ignorancia en el hecho de que sus seguidores asuman un entendimiento dual de la realidad. Esto es inevitable en cualquier sistema conceptual porque la mente conceptual misma es una manifestación de la ignorancia.

La ignorancia cultural es desarrollada y preservada en las tradiciones. Impregna cada costumbre, opinión, conjunto de valores y cuerpo de conocimiento. Tanto los individuos como las culturas aceptan estas preferencias como cosas tan fundamentales que se toman como sentido común o ley divina. Crecemos atando nuestros seres a varias creencias, a un partido político, a un sistema médico, una religión, una opinión de cómo las cosas deberían ser. Atravesamos por la escuela elemental, la escuela secundaria, incluso la universidad, y en cierto sentido cada diploma es un premio por desarrollar una forma más sofisticada de ignorancia. La educación refuerza el hábito de ver el mundo a través de ciertas lentes. Podemos convertirnos en un experto con una percepción equivocada, nos volvemos muy precisos en nuestro entendimiento, y nos relacionamos con otros expertos. Este puede ser también el caso de la filosofía, en la que uno aprende sistemas intelectuales detallados y desarrollamos la mente en un afilado instrumento de investigación. Pero hasta que se penetra la ignorancia innata, uno sólo está desarrolla un prejuicio adquirido, no sabiduría fundamental.

Nos apegamos incluso a las cosas más pequeñas: una marca particular de jabón o a cortarnos el cabello de una cierta manera. En una escala superior, desarrollamos religiones, sistemas políticos, filosofías, psicologías y ciencias. Pero nadie nace con la creencia de que está mal comer ternero o cerdo o que un sistema filosófico es correcto y otro equivocado o que esta religión es cierta y que la religión es falsa. Esto debe ser aprendido. La lealtad a valores particulares es el resultado de la ignorancia cultural, pero la propensión a aceptar perspectivas limitadas genera el dualismo que es la manifestación de la ignorancia innata.

Esto no está mal. Sólo es lo que es. Nuestros apegos pueden llevarnos a la guerra pero también se manifiestan como tecnologías útiles y como diferentes artes que son de gran beneficio para el mundo. Mientras no seamos seres iluminados participamos en el dualismo, y eso está bien. En tibetano hay un dicho, "Cuando en el cuerpo de un burro, disfruta el sabor de la hierba." En otras palabras, deberíamos apreciar y disfrutar esta vida porque es significativa y valiosa en sí, y porque es la vida que estamos viviendo.

Si no somos cuidadosos, las enseñanzas pueden servir para fundamentar nuestra ignorancia. Uno puede decir que es malo para alguien obtener un diploma avanzado, o que es malo tener restricciones alimenticias, pero ese no es el punto. O uno podría decir que la ignorancia es mala o que la vida normal es sólo una estupidez samsárica. Pero la ignorancia es simplemente una obscuración de la conciencia. Estar apegado a ella o repelida por ella es el mismo juego de dualismo, jugado en el reino de la ignorancia. Podemos observar cuán penetrante es. Incluso las enseñanzas deben trabajar con el dualismo - incentivando el apego a la virtud, por ejemplo, y la aversión a la no-virtud - paradójicamente usando el dualismo de la ignorancia para sobreponer la ignorancia. ¡Cuán sutil nuestra comprensión debe ser y cuán fácil podemos perdernos! Esto es por lo cual la práctica es necesaria, de modo que podamos tener experiencias directas más que desarrollar sólo otro sistema conceptual que elaborar y defender. Cuando las cosas son vistas desde una perspectiva más alta, tiendes a nivelarse. Desde la perspectiva de sabiduría no-dual no hay importancia ni insignificancia.

ACCIONES Y RESULTADOS: KARMA Y RASTROS KÁRMICOS


La cultura en la que vivimos nos condiciona, pero nosotros cargamos con las semillas de la condición donde sea que vayamos. Todo lo que nos molesta está en realidad en nuestra mente. Culpamos de nuestra infelicidad al ambiente, nuestra situación, y creemos que si pudiéramos cambiar nuestras circunstancias seríamos felices. Pero la situación en la que nos encontramos es sólo una causa secundaria de nuestro sufrimiento. La causa principal es la ignorancia innata y el consecuente deseo de que las cosas sean otras de las que son.

Tal vez decidimos escapar las tensiones de la ciudad moviéndonos al océano o a las montañas. O podemos dejar la desolación y dificultades del campo por la emoción de la ciudad. El cambio puede ser agradable porque las causas secundarias se alteran y puede encontrarse el contento. Pero sólo por un periodo corto. La raíz de nuestro descontento se mueve con nosotros hasta nuestro nuevo hogar, y desde allí crecer nuevas insatisfacciones. Pronto somos atrapados de nuevo en la confusión de la esperanza y el miedo.

O podemos pensar que si tuviéramos más dinero, o una mejor compañía, o un mejor cuerpo o un trabajo o educación, seríamos felices. Pero sabemos que esto no es cierto. Los ricos no están libres del sufrimiento, una nueva compañía nos faltará de alguna manera, el cuerpo envejecerá, el nuevo trabajo se hará menos interesante, y así. Cuando pensamos que la solución de nuestra infelicidad puede encontrarse en el mundo exterior, nuestros deseos sólo pueden ser saciados temporalmente. Si no comprendemos esto, somos sacudidos de aquí para allá por los vientos del deseo, siempre de forma incesante e insatisfecha. Somos gobernados por nuestro karma y continuamente sembramos las semillas de futuras cosechas de karma. Este modo de acción no sólo nos distrae de la vía espiritual, sino que nos previene de encontrar satisfacción y felicidad en nuestra vida diaria.

A medida que nos identificamos con el asimiento y aversión de la mente en movimiento, producimos emociones negativas que nacen en el vacío entre lo que es y lo que queremos. Las acciones generadas desde estas emociones, que incluyen casi todas las acciones llevadas a cabo en nuestras vidas ordinarias, dejan rastros kármicos.

Karma* significa acción. Rastros kármicos* son el resultado de acciones, que permanecen en la conciencia mental e influencian nuestro futuro. Podemos entender parcialmente los rastros kármicos si los pensamos como en occidente se refiere como tendencias en el inconsciente. Son inclinaciones, patrones de comportamiento interior y exterior, reacciones arraigadas, conceptualizaciones habituales. Dictan nuestras reacciones emocionales en situaciones y en nuestras comprensiones intelectuales al igual que en nuestros hábitos emocionales y en las rigideces intelectuales. Crean y condicionan cada respuesta que normalmente tenemos para cada elemento de nuestra experiencia.

Este es un ejemplo de rastros kármicos a grandes rasgos, no obstante la misma dinámica se lleva a cabo incluso en los niveles más sutiles y más penetrantes de la experiencia: Un hombre crece en un hogar donde hay muchas riñas. Luego, tal vez treinta o cuarenta años después de abandonar su hogar, él está caminando por una calle y pasa por una casa donde hay personas argumentando unas con otras. Esa noche él tiene un sueño donde está peleando con su esposa o compañera. Cuando despierta en la mañana se siente agraviado y aislado. Esto lo

nota su compañera que reacciona a su estado de ánimo, cosa que lo irrita.
Esta secuencia de experiencias nos muestra algo acerca de los rastros kármicos. Cuando un hombre era joven, él reaccionaba a las riñas en casa con miedo, enojo, y dolor. Sentía aversión hacia la argumentación, una respuesta normal, y esta aversión dejó un rastro en su mente. Décadas después pasa por una casa y escucha riñas; esta es la segunda condición que estimula el antiguo rastro kármico, que se manifiesta en el sueño de aquella noche.

En el sueño, el hombre reacciona a la provocación de su compañía en el sueño con sentimientos de ira y dolor. Esta respuesta está gobernada por los rasgos kármicos que fueron colectados en su conciencia mental de niño y que probablemente se ha reforzado muchas veces desde entonces. Cuando la compañía en el sueño -que es por completo una proyección de la mente del hombre- lo provoca, su reacción es de aversión, tal como cuando era un niño. La aversión que siente en el sueño es la nueva acción que crea una nueva semilla. Cuando despierta está atrapado en emociones negativas que son fruto de karmas anteriores; se siente enajenado y aislado de su compañera. Para complicar más las cosas, su compañera reacciones de sus tendencias kármicas habituales y determinadas, quizá volviéndose de mal genio, aislada, apologética o servil, y el hombre de nuevo reacciona negativamente, sembrando de nuevo otra semilla kármica.

Cualquier reacción a cualquier situación -externa o interna, despierto o soñando- que esté enraizada al asimiento o a la aversión, deja un rastro en la mente. Ya que el karma dicta las reacciones, las reacciones siembran más semillas kármicas, que luego dictan reacciones, y así sucesivamente. Así es como el karma conduce a más de sí mismo. Es la rueda de samsara, el círculo incesante de acción y reacción.

A pesar de que este ejemplo se enfoca en karma en el nivel psicológico, el karma determina cada dimensión de la existencia. Forma los fenómenos emocionales y mentales en la vida de un individuo al igual que la percepción y la interpretación de la existencia, el funcionamiento del cuerpo, y el dinamismo de causa y efecto del mundo exterior. Cada aspecto de la existencia, sea pequeño o grande, está gobernado por el karma.

Los rastros kármicos dejados en la mente son como semillas. Y como semillas, requieren ciertas condiciones de modo que puedan manifestarse. Tal como una semilla necesita la combinación apropiada de humedad y luz y nutrientes y temperatura para brotar y crecer, los rastros kármicos se manifiestan cuando se encuentra la situación apropiada. Los elementos de la situación que soportan la manifestación del karma son conocidos como causas secundarias y condiciones.
Es muy útil pensar en el karma como el proceso de causa y efecto, porque esto lleva al reconocimiento de que las elecciones hechas en respuesta de una situación, interna o externa, tiene consecuencias. Una vez que entendemos de verdad que cada rastro kármico es una semilla para acciones posteriores gobernadas por karma, podemos utilizar ese entendimiento para evitar crear negatividad en nuestra vida, y en vez de ello crear condiciones que influirán nuestras vidas en una dirección positiva. O, si sabemos cómo, podemos permitir a las emociones que se liberen a sí mismas cuando aparezcan, en cuyo caso no se crea karma nuevo.

KARMA NEGATIVO

Si reaccionamos ante una situación con emoción negativa, el rastro dejando en la mente madurará eventualmente e influirá una situación en la vida de forma negativa. Por ejemplo, si alguien tiene enojo con nosotros y nosotros reaccionamos con igual enojo, dejamos un rastro que le permite a la ira aparecer en nosotros de nuevo, y más allá de eso se hace más fácil para nosotros encontrar las condiciones secundarias que permiten aparecer nuestra ira usual. Esto es fácil verlo si tenemos mucha ira en nuestras vidas o si conocemos a alguien que la tiene. Las personas con rabie continuamente encuentran situaciones que parecen justificar su enojo, mientras que personas menos rabiosas no las encuentran. Las situaciones externas pueden ser similares pero las inclinaciones kármicas diferentes crean diferentes mundos subjetivos.
Si una emoción es expresada impulsivamente, puede generar fueres resultados y reacciones. El enojo puede conducir a una riña o a otra clase de destrucción. Las personas pueden ser heridas física o emocionalmente. Esto no sólo es cierto para la ira; si el miedo hace su aparición, también puede crear enorme tensión para la persona que lo sufre, puede aislar aquella persona de otras, y así sucesivamente. No resulta muy difícil ver de qué manera ésto conlleva a rastros negativos que influencian la negatividad futura.

Si suprimimos la emoción, hay aún un rastro negativo. La supresión es una manifestación de la aversión. Ocurre cuando apretamos algo dentro de nuestro ser, poniendo algo detrás de una puerta y estancándola, forzando aparte nuestra experiencia hacia la oscuridad donde espera, por lo visto hostilmente, hasta que la causa secundaria la hace llamar. Esto puede manifestarse de muchas maneras. Por ejemplo, si suprimimos nuestros celos por otros, puede eventualmente manifestarse en una explosión emocional, o puede estar presente en el cruel juicio de otros de quienes estamos secretamente celosos, incluso si nos negamos estos celos a nosotros mismos. Los juicios mentales son también acciones, basados en aversión, que crean semillas kármicas negativas.

KARMA POSITIVO


En vez de alguna de estas respuestas negativas -conducidas en nuestro comportamiento por la tendencia kármica o por supresión- podemos tomarnos un momento para detenernos y comunicarnos con nosotros mismos y escoger la producción del antídoto a la emoción negativa. Si alguien tiene enojo con nosotros y nuestra propia ira aparece, el antídoto es la compasión. Inducirla puede parecer forzado y no auténtico en principio, pero si nos damos cuenta de que la persona que nos irrita está siendo empujada por su propia condición, y luego nos percatamos de que está sufriendo una constricción de conciencia porque está atrapado en su propio karma negativo, sentimos alguna compasión y podemos comenzar a librarnos de nuestras reacciones negativas. A medida que lo hacemos, comenzamos a moldear nuestro futuro de forma positiva.
Esta nueva respuesta, que está aún basada en deseo -en este caso por virtud o paz o crecimiento espiritual- produce un rastro kármico que es positivo; hemos plantado la semilla de la compasión. La próxima vez que nos enfrentamos a la ira tendemos a responder más con compasión, lo que es mucho más confortable y espaciosa que la estrechez de la ira, protectora de sí misma. De esta manera, la práctica de la virtud se retroalimenta acumulativamente de nuestra respuesta frente el mundo y nos encontramos a nosotros mismos, de hecho, enfrentándonos cada vez menos con enojo tanto interna como externa. Si continuamos en esta práctica, la compasión crecerá eventualmente de forma espontánea y sin esfuerzo. Usando la comprensión del karma, podemos re-usar nuestras mentes para hacer uso de toda experiencia, incluso los sueños del día más privados y efímeros, para contribuir a nuestra práctica espiritual.

LIBERAR EMOCIONES

La mejor respuesta a emociones negativas es permitir que se liberen a sí mismas por permanecer en conciencia (awareness) no dual, libre de asimiento o aversión. Si podemos hacer esto, la emoción atraviesa por nosotros como un pájaro volando a través del espacio; no queda ningún rastro de su paso. La emoción aparece y luego se disuelve espontáneamente en la nada.

En este caso, la semilla kármica se manifiesta -como emoción o pensamiento o como sensación corporal o como impulso hacia ciertos comportamientos particulares- pero ya que no respondemos con asimiento o aversión, no se genera ninguna semilla de karma futuro. Cada vez que la envidia, por ejemplo, se permite aparecer y disolver en conciencia (awareness) sin ser atrapados por ella o sin tratar de reprimirla, la fuerza de la tendencia kármica hacia la envidia se debilita. No hay nueva acción que la refuerce. Liberar emociones de esta manera corta el karma de raíz. Es como si quemáramos la semilla kármica antes de darle oportunidad para crecer y convertirse en problema en nuestra vida.

Te preguntarás por qué es mejor liberar emociones que generar karma positivo. La respuesta es que todos los rastros kármicos actúna para restringirnos, para restringirnos a identidades particulares. La meta de la vía es la liberación total de todo condicionamiento. Esto no significa que, una vez estemos liberados, rasgos positivos como la compasión no estén presentes. Lo están. Pero cuando no somos ya conducidos por tendencias kármicas podemos ver nuestra situación claramente y responder espontáneamente y apropiadamente, en vez de ser empujados hacia una dirección o halados en otra. La compasión relativa que aparece por tendencias de karma positivo es muy buena, pero es mejor la compasión absoluta que aparece sin esfuerzo y perfectamente en el individuo liberado de condicionamiento de karma. Es más espacioso e inclusivo, más efectivo, y libre de las ilusiones del dualismo.

A pesar de que permitir a una emoción liberarse a sí misma sea la mejor respuesta, es difícil hacerlo antes de que nuestra práctica sea desarrollada y estable. Pero sea como sea nuestra práctica, todos nosotros podemos decidir parar por un momento cuando aparezca una emoción, confirmarnos nosotros mismos, y elegir actuar con tanta habilidad como nos sea posible. Todos podemos aprender a limar la fuerza del impulso de hábitos kármicos. Podemos utilizar procesos conceptuales, recordándonos que la emoción que estamos experimentando es simplemente la realización de rastros kármicos previos. Entonces podremos ser capaces de relajar nuestra identificación con la emoción o con el punto de vista, y dejar ir nuestra defensa. A medida que se suelta el nudo de emociones, la identidad se relaja y crece más espaciosamente. Podemos escoger una respuesta más positiva, plantando semillas de karma positivo. De nuevo, es importante hacerlo sin reprimir emociones. Deberíamos relajarnos a medida que generamos compasión, no suprimir de forma rígida la ira en nuestro cuerpo mientras tratamos de pensar buenos pensamientos.

presente en el cruel juicio de otros de quienes estamos secretamente celosos, incluso si nos negamos estos celos a nosotros mismos. Los juicios mentales son también acciones, basados en aversión, que crean semillas kármicas negativas.


OBSCURACIONES DE LA CONCIENCIA

Los rastros kármicos permanecen con nosotros como residuos psíquicos de acciones realizadas por asimiento o aversión. Son obscuraciones de la conciencia guardadas en la base de la conciencia del individuo, en el kunzhi namshe*. A pesar de que se habla como de un contenedor, el kunzhi namshe es en realidad equivalente a la obscuración de la conciencia: cuando no hay obscuraciones de la conciencia no hay kunzhi namshe. No es una cosa o un lugar; es la dinámica que subyace la organización de experiencia dual. Es tan insubstancial como una colección de hábitos, y tan poderoso como los hábitos que permiten que el lenguaje tenga sentido, que las formas se conviertan en objetos, y la existencia nos parezca como algo con sentido que podemos navegar y entender.
La metáfora común para el kunzhi namshe es la de un depósito o bodega que no puede ser destruida. Podemos pensar en el kunzhi namshe guardando un conjunto de patrones o esquemas. Es una gramática de experiencia que es afectada a grandes o pequeños rasgos por cada acción que tomamos externa o internamente, física o cognitivamente. Mientras las tendencias habituales existan en la mente del individuo, el kunzhi namshe existe. Cuando uno muere y el cuerpo se deteriora, el kunzhi namshe no muere ni se deteriora. Los rasgos kármicos continuan en la conciencia mental hasta que son purificados. Cuando están completamente purificados, no hay más kunzhi namshe y el individuo es un buda.

RASTROS KÁRMICOS Y EL SUEÑO

Toda experiencia samsárica está moldeada por rastros kármicos. Estados de ánimo, pensamientos, emociones, imágenes mentales, percepciones, reacciones instintivas, "sentido común", e incluso nuestro sentido de indentidad son gobernados por las acciones del karma. Por ejemplo, puedes despertarte sintiéndote deprimido. Desayunas, todo parece estar bien, pero hay una sensación de depresión del que no es posible dar cuenta. Decimos en este caso que algún karma está madurando. Las causas y condiciones se juntan de tal manera que la depresión se manifiesta. Puede haber cientos de razones para que la depresión ocurra en esta mañana en particular, y ésta puede manifestarse de muy numerosas formas. Puede incluso manifestarse durante la noche en forma de sueño.

En el sueño, los rastros kármicos se manifiestan en la conciencia no de manera eslabonada por la mente racional, con la cual tan a menudo racionalizamos sentimientos o imágenes mentales efímeras. Podemos pensar en el proceso de esta manera: durante el día la conciencia ilumina los sentidos y experimentamos el mundo, tejiendo experiencias sensoriales y físicas dentro del todo significativo de nuestra vida. En la noche la conciencia se extrae de los sentidos y reside en la base. Si hemos desarrollado una fuerte práctica de presencia con mucha experiencia de la naturaleza vacía y luminosa de la mente, entonces estaremos conscientes y en esta conciencia pura y lúcida. Sin embargo para la mayoría de nosotros la conciencia ilumina las obscuraciones, los rastros kármicos, y esto se manifiesta como un sueño.

Los rastros kármicos son como fotografías que tomamos de cada experiencia. Cualquier reacción de asimiento o aversión hacia cualquier experiencia -memorias, sentimientos, percepciones sensoriales o pensamientos- es como tomar una foto. En la sala oscura de nuestro sueño desarrollamos la película. Cuáles imágenes son desarrolladas en una noche particular estarán determinadas por las causas secundarias encontradas recientemente. Algunas imágenes o rastros con enterrados en nuestra profundidad debido a reacciones poderosas mientras que otras, que resultan de experiencias superficiales, dejan sólo un débil residuo. Nuestra conciencia, como la luz de un proyector, ilumina los rastros que han sido estimulados y se manifiestan como imágenes y experiencias del sueño. Las unimos como una película, por ser de esta manera como trabaja nuestra psique para producir significado, que resulta en una narrativa construida desde tendencias condicionadas e identidades habituales: el sueño.

Este mismo proceso ocurre continuamente mientras que estamos despiertos, componiendo lo que pensamos es "nuestra experiencia". Las dinámicas con más fáciles de entender en el sueño, porque pueden ser observadas libre de limitaciones del mundo físico y de la conciencia racional. Durante el día, aunque estando aún ocupados en el mismo proceso de construcción de sueños, proyectamos esta actividad interior de la mente hacia el mundo y pensamos que nuestras experiencias son "reales" y exteriores a nuestra propia mente.
En el yoga del sueño, este entendimiento del karma es usado para entrenar la mente a reaccionar de forma distinta a la experiencia,resultando en nuevos rastros kármicos desde los cuales son generados los sueños con mayor conductividad hacia la práctica espiritual. No se trata de fuerza, acerca de la conciencia actuando imperiosamente para oprimir la inconsciencia. El yoga del sueño se basa en cambio en el incremento de conciencia y percepción para permitirnos llevar a cabo elecciones positivas en la vida. Comprendiendo la estructura dinámica de la experiencia y las consecuencias de las acciones conlleva al reconocimiento de que cada experiencia de cualquier tipo es una oportunidad para la práctica espiritual.

La práctica del sueño también nos da un método para enterrar las semillas de futuro karma durante el sueño. Si acatamos la conciencia durante un sueño, podemos permitir que los rastros kármicos se liberen a sí mismos a medida que aparecen y no seguirán manifestándose en nuestra vida como estados negativos. Al igual que en la vida despierta, ésto sólo sucederá si podemos permanecer en la conciencia no dual de rigpa*, la luz clara de la mente. Si esto no nos es posible, podemos aún desarrollar tendencias a escoger un comportamiento espiritual positivo incluso en nuestros sueños, hasta que podamos ir más allá de las preferencias y el dualismo.

En última instancia, cuando purificamos las obscuraciones hasta que nada permanece, no hay película, ninguna influencia kármica oculta que coloreen y moldeen la luz de nuestra conciencia. Debido a que los rastros kármicos son las raíces de los sueños, cuando están completamente extenuados sólo la luz pura de la conciencia permanece: ninguna película, ninguna historia, ningún soñador y ningún sueño, sólo la naturaleza fundamental y luminosa que es la realidad absoluta. Esta es la razón de por qué la iluminación es el fin de los sueños y se conoce como "despertar".

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